Borrar
Urgente Detienen a una abuela y a su nieto menor de edad por traficar con drogas en la Ribera Baixa
El Juli le ganó el mano a mano a López Simón ayer en Valencia. :: Firma
Y ayer voló el águila imperial

Y ayer voló el águila imperial

El Juli se impone a López Simón aunque el marcador hable de empate

JOSÉ LUIS BENLLOCH

Sábado, 19 de marzo 2016, 08:05

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

valencia. El momento de la tarde surgió en el tercio de quites del toro quinto. No fueron los lances del Paula de su debut en Madrid, ni las once verónicas de Belmonte, ni el quite de la escoba de don Antonio Bienvenida, ni aquellos lances que Gallito Chico dio la tarde en que el nazi Himmler, ¡qué cabrón!, dijo que los toros le parecían una salvajada, dichos todos como ejemplos de pureza torera. Lo de ayer más que pureza, que no la tuvo, fue pasión y al toreo es lo que le falta hoy día, que la gente se impresione ahíta como está de grandes fiestas y terribles dramas, de prodigios cibernéticos y no digamos ya de las osadías políticas. Y lo de ayer, una obra de lo más personal con la firma de El Juli, emocionó. Fue la fuerza de la verdad.

Fue ver posicionado al madrileño en los medios, retando al toro, diría que poniendo orden jerárquico en la movida juvenil, que sí, que la deseamos todos, que es bueno incluso para que gente como El Juli saque lo mejor de sí mismo. Les decía que fue posicionarse en los medios Juli, atalonado en la arena, el capote prendido por la esclavina desde donde en esa extraña suerte se mandan las órdenes de vuelo y la gente se puso en pie. Yo mismo me puse en pie. ¡Quién me iba a decir que iba a emocionar con sólo el anuncio de unas lopecinas! Pues me emocioné. Por el momento en que sucedía, por la carga de orgullo que llevaba el gesto, porque eso era lo que cuentan que hacían los grandes ante los nuevos fenómenos. Y se emocionó la gente, que rugió en cada giro y más aún cuando en el tercer encuentro se metió dentro del toro y ni que decir cuando al rematar, Juli se lío al de Domingo Hernández en un remate personalísimo. ¿Fue una media?... fue un abrazo con el toro, un remate pasional y desgarrado, un anuncio a los cuatro vientos de que Juli, el mismo que le abrió la puerta a los jóvenes en la feria de Albacete, el que aceptó el mano a mano de Valencia con Simón y el de Arles con Roca, no va a ceder un ápice de jerarquía. El que la quiera que se la gane y ayer se puso el pescado por las nubes.

La tarde tuvo muchos otros momentos de mayor rango artístico, de gran peso técnico, de torería de la buena como cuando el propio Juli y Simón torearon desmayados y gustosos con la pañosa, pero ese fue el momento justo en el que Juli pasó al ataque y decidió. Sucedió, son datos informativos pero esclarecedores, a plaza llena, con un López Simón que salió a ganar desde el primer minuto, era su obligación y al que acabó pesando la comparativa y el run run que llegaba de la víspera. Sucedió frente a una corrida de Garcigrande que compaginó virtudes y defectos, a mí me gustó la verdad de ese toro quinto, la nobleza del sexto al que le faltó humillar, me llamó la atención el genio del tercero que no tuvo reparo en echarse a Juli a los lomos. Me gustó que Javier Ambel tirase de amor propio y se dejase llegar al toro a las ingles cuando banderilleó al quinto, que tenía pies y prontitud de F1.

Me sigue gustando la exhibición del rocín negro que levanta clamores a cada tirón, sencillamente porque engancha con el sentir de una gente que todavía vive en ese mundo huertano donde del esfuerzo se hace arte. Y todos juntos dieron pie a una tarde muy a la valenciana, dicho desde el más absoluto orgullo por mucho que siempre haya voces discrepantes. Digamos que son los efectos del AVE, que trae amigos y trae colonizadores a los que todo seguido les puede extrañar que cuando se mira a la meseta nos ataque la desconfianza. Si ellos son como son y deben seguir siéndolo, aquí somos como somos y en ello andamos empeñados.

Y le enojaron

La reacción de Juli me recordó aquella anécdota que le oí referir a Pepe Camará que a su vez se la había escuchado a su padre. México quiso buscarle las vueltas a Manolete con el arte de Silverio y en la presentación del cordobés comenzaron a increparle ya en el patio de cuadrillas. ¡Ándele con el gachupííín! y cuantas lindezas pensaron que herirían o menguarían el ánimo del gachupín, despectivo de español. Así hasta que el propio Silverio, atento y listo, hizo frente a sus partidarios ¡Pero no me lo enojen!... Pues eso es lo que pasó en Valencia, que Juli se enojó. Un poco al menos. Y cuando Juli se enoja, ya vieron lo que pasa.

No es que ayer nadie insultase a Juli, faltaría más, pero Juli lleva un invierno escuchando lo del relevo, amortizando el peso de la gloria, pagando incluso las consecuencias de decisiones administrativas poco acertadas. Y él, que últimamente tiene muy a flor de piel la sensibilidad gallista en eso de dar la cara, iba escuchando los logros de los nuevos y acumulando dosis de orgullo que estallaron ayer para bien de las fallas y de la temporada. Al toro del quite, brindado desde los medios, le aplicó mando y agallas. La muleta arrastrada, lo dominó con la derecha, le aguantó probaturas, encontró la espectacularidad en unos redondos redondísimos que levantaron la gran tormenta y la faena se elevó a lo más alto cuando cogió la izquierda. Dejaba colocado al de Domingo en el primer muletazo de las series y de vuelta el toro se encontraba la muleta allá abajo, donde más cuesta ponerla, donde o crees en Dios o no la pones, donde los toros se entregan o revientan y en este caso reventó el público y quedó avisado el toreo sobre las intenciones de Juli, que en apenas diez minutos recuperó en la plaza lo que pudo perder en algún despacho. Arreglado.

Luego a ese toro lo mató de pinchazo y media, en realidad se mató muy mal toda la tarde. Fue el lunar negro. A su primero, de poca fuerza, Juli lo mantuvo en pie y una serie a derechas, muy desmayada y abrochada al hombro contrario, tuvo primor. Y en su segundo toro se la jugó sin trampa ni cartón, puso orgullo y técnica y acabó arrancándole una oreja de las que están al alcance de pocos.

López Simón se fue por la puerta grande, pero él mismo, que es tipo exigente y responsable, sabe que no es su mejor tarde, que nadie le puede decir ni así porque se entregó desde el principio, que por momentos hizo cosas muy bonitas y de mérito, de pie y de rodillas. En su segunda faena mismamente, donde mezcló de todo, configuró en una especie de gran ensalada, distinta, original, obligada por las circunstancias, ¿adivina quién ha venido a merendar esta tarde?... y había que resolver. Que nadie le descoloque, ni le retrase, que esto no ha hecho más que empezar. Sólo que al vuelo del cóndor peruano, le sucedió el golpe de espolón del águila imperial ayer. Y ante eso.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios