Toros Fallas: tarde de matadores

Toros Fallas: tarde de matadores


Foto: 

J. L. Benlloch  - En la tarde del homenaje a  Ponce se llenó la plaza y el maestro de Chiva y Morante también cortaron una oreja
valencia. Lo que estaba previsto como un homenaje a Ponce lo fue. Seis matadores y él siete en la puerta de cuadrillas era por si solo un espectáculo que ni el agua logró desactivar. El maestro ejerció de elegante anfitrión, les brindó su toro, les agradeció su presencia y les deseo suerte. Emotivo. Abrazos, reconocimiento, respeto y buenas formas y en la arena una guerra abierta sin miramientos ni remilgos. Cada cual a lo suyo. Así que por esta vez no sólo se cumplió el guión si no que la cosa fue más allá y los jóvenes guerreros se enzarzaron en una batalla por la sucesión. Juli y Castella, a corazón abierto marcaron distancias, dos tíos intratables en el ruedo, plantas asentadas, técnica depurada, inmisericordes con el mundo, el que nos pueda seguir que nos siga y claro, no todo el mundo está para esas hazañas.

Cierto que se llevaron los dos mejores toros, el pitón izquierdo del toro de Gracigrande que hizo tercero tuvo profundidad y transmisión, el colorado de Victoriano con el ilustre nombre de Aldeano que se trajo Castella, fue completo, bonito y noble. Y los dos torerazos rayaron a su altura o más. La seguridad con la que Julián le salió al tercero de la tarde no dejaba lugar a la duda. No picó al toro, decisión consciente y comprometida, que le hierva el corazón no le ofusca la cabeza, vio claro que el toro por el derecho no tenía un pase y no se puso una sola vez. El resultado fue una faena por naturales, ligada, maciza, poderosa, de muleta arrastrada, de aquí hasta allá, de series largas y de temple creciente. Y la estocada para que decirles. Se perfiló en corto, sobre el pitón derecho, el pitón imposible del toro burraco de Garcigrande y atacó recto como una vela. No pudo evitar que le golpease el pecho pero los cojones para las ocasiones y ayer era el día y la ocasión. El burraco salió rodado de los vuelos de la muleta cual si fuese una pelota.

Lo de Castella fue igualmente un canto a la ambición, un aviso a los navegantes de cuales son sus intenciones por si alguno lo dudaba, mandar. Este tiene hambre y vocación de general. Valor frío y acerado, se notó en los cambios por la espalda iniciales, dos, seguidos de un recorte y un natural como la catedral de Beziers. La plaza se encabritó y ya ni el agua ni los paraguas frenaron la euforia. A partir de ahí lo de Castella fue un dominio total del territorio, muñecas sueltas para el mando, los ojos inyectados en valor, el corazón golpeándole el pecho… Asió la presa de una dentellada y ya no la soltó. Cuando montó la espada se adivinaba el espadazo. Le partió el alma al de Victoriano que salió fulminado. Le concedieron dos orejas, a golpe dejó caer los dos pañuelos el presidente sobre la balaustrada del palco, los hubo que pedían el rabo, no llega a tener ocupadas las manos el personal con los paraguas y demás artilugios anti lluvia y no sé que hubiese pasado.

En definitiva que entre esos dos está ahora mismo el cetro del toreo. Sin menospreciar a nadie el generalato en las grandes ferias es de ellos. Podemos hablar del maestro Ponce, único en lo suyo, un caso en la historia, podemos deleitarnos con el arte de Morante, con la armonía y estilo, no olvidemos tampoco la idea poderío, de Manzanares, con el impacto José Tomás, con la ambición descarnada, otro tío con carácter de Perera y pueden ustedes añadir los nombres que consideren, sus razones tendrán, pero es evidente que ahora mismo los que tiran del pelotón son estos dos. Y el que pueda que les siga, esa la guerra y hay barra libre.

No quisiera olvidar que la tarde estaba dedicada a Ponce pero el toro es imprevisible y al final se quedó sin posibilidades. El maestro no pudo ir más allá de la corrección, del saber estar y del detalle. Ni el juanpedro que se fue para atrás ni el sobrero del mismo hierro, castaño el primero y negro el segundo, dieron nunca la sensación de poder generar un pulso medianamente emocionante. Se tenían en pie a duras penas, no tenían vida, se resbalaban y aunque el detalle no es culpa de nadie acabó pasando factura. Era demasiado de nada. Tiró el maestro de repertorio pero todo parecía excesivo. Era lo que correspondía, lo profesional pero ayer ante aquel toro sonaba a postizo a innecesario. Y aunque yo lo siento más lo sentirá el maestro al fin y a la postre ese también tiene carácter de general.

Morante se las vio con un jabonero claro de Cuvillo, de aquellos de sienes estrechas y puntas vueltas que tanto se echaron a faltar el día de la corrida. Acogido con expectación ese pelaje tan espectacular servía para disimular su escaso trapío, luego su carácter remontado ayudó y el arte de Morante ayudó aún más a que nadie le echase cuentas a su presentación. Por el izquierdo se enteró pronto y se puso complicado y por el derecho que tuvo transmisión, Morante le cuajó series de empaque y brujería. Algún intransigente le gritó que cogiese la izquierda sin querer enterarse de que Morante es una especialidad que hay que cuidar como si fuese una especie en peligro de extinción.

La tarde tuvo poca historia más. Fandi que había entrado en el cartel sustituyendo a Perera se topó con un toro de Manolo González, castaño, de astracanado pelaje, serio y enterado. A poco que Fandi empuñó espada y muleta le avisó que con él no cabían las bromas. Le midió de arriba a abajo, le tiró dos gañafones al pecho, por un pitón y por otro, así que hubo que rematar la fiesta. Manzanares se encontró con otro de Garcigrande, altón, castaño oscuro y de hondo corpachón, que salió haciendo cosas extrañas. Eran los síntomas de ser burriciego o quizás es que extrañaba la luz eléctrica, el caso es que parecía ver de lejos y de perder el objeto de cerca. Pegaba oleadas, se distraía, salía rebotado de los caballos, cortaba en banderillas y acabó convirtiendo la lidia en un herradero. Luego cuando se quedó a solas con Manzanares se le bajaron los humos y sólo conservó un peligro sordo que impedía el lucimiento. A favor del torero decir que nunca perdió la compostura y que lo mató como suele, de un estoconazo.

El de Capea que cerró la corrida fue tan noble como insulso. Cayetano puso animo y disposición, enseñó sus carencias técnicas y acabó sucumbiendo al peso de la tarde. Arreció la lluvia y se acabó la feria.



lasprovincias.es

Registro Mercantil de Valencia, Tomo 6732, Folio 122, Sección P, Hoja V74074, Inscripción 1ª C.I.F.: B-97002935. Domicilio social en la calle Gremis nº 1 (46014) Valencia. Copyright © Valenciana Editorial Interactiva S.L., Valencia, 2008. Incluye contenidos de la empresa citada, de LAS PROVINCIAS (Federico Domenech S.A.) y de otras empresas del grupo de la empresa o de terceros.

© 2013 LAS PROVINCIAS Todos los derechos reservados.